Por Humberto Viccina*
La IX Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo 2014 realizada en Rosario nos mostró una visión panorámica veloz e intensa de la producción arquitectónica actual en esta zona del mundo. Reunidos al borde del río Paraná, los premiados, disertantes, conferencistas, invitados y asistentes a este evento pudieron apreciar cómo en los últimos años la cara de Iberoamérica ha rejuvenecido, tal vez por la presencia de esos nuevos y entusiastas jóvenes arquitectos que en su mayor parte procedían de países latinoamericanos y fueron premiados o invitados a este evento para que muestren y expliquen sus obras, o el modo en que la pasión por la arquitectura les ha llevado a buscar mejorar el espacio para que vivan mejor las personas.
La IX Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo 2014 realizada en Rosario nos mostró una visión panorámica veloz e intensa de la producción arquitectónica actual en esta zona del mundo. Reunidos al borde del río Paraná, los premiados, disertantes, conferencistas, invitados y asistentes a este evento pudieron apreciar cómo en los últimos años la cara de Iberoamérica ha rejuvenecido, tal vez por la presencia de esos nuevos y entusiastas jóvenes arquitectos que en su mayor parte procedían de países latinoamericanos y fueron premiados o invitados a este evento para que muestren y expliquen sus obras, o el modo en que la pasión por la arquitectura les ha llevado a buscar mejorar el espacio para que vivan mejor las personas.
Entre los premiados se notaba la voluntad de renovar los viejos conceptos de la arquitectura erudita moderna buscando experimentar con formas nuevas de construcción y todo tipo de materiales y presupuestos. Con un cariz de bienal más latino… que iberoamericana, sin despreciar las exposiciones de los participantes europeos, este evento refleja que en la América mestiza e inmigrante del siglo 21 las manifestaciones arquitectónicas han tomado una gran madurez y autonomía hasta para poder afirmar que será – incluso ya lo es - uno de los grandes polos de interés de la arquitectura contemporánea.
De las obras premiadas resultan sobresalientes aquellas más ligadas al interés social o cultural sin ser mejores que las otras de tipo habitacional. Los equipamientos urbanos parecen ser claves para el desarrollo social y es también un campo de investigación proyectual que tiene hoy en muchos lugares resultados sorprendentes. Si intentamos hacer una selección para aprender un poco sobre cómo hacer arquitectura en Latinoamérica tendríamos que hablar necesariamente de la Plaza de las Artes en Sao Paulo, de Brasil Arquitetura; el Centro de Desarrollo Infantil El Guadual en el departamento del Cauca, de Feldman y Quiñonez; el jardín infantil Santo Domingo Savio en Medellín, de PLAN B arquitectos; la Biblioteca Casa de las Ideas en Tijuana, de CRO Estudio y el colegio Santa Elena de Piedritas en Talara, de Añaños y Restrepo.
Esta selección subjetiva y radical, 5 sobre 30 obras premiadas, resulta sin embargo atractiva porque se trata de proyectos absolutamente desligados de alguna influencia internacional, son proyectos pensados desde el lugar, las posibilidades económicas y constructivas, la vocación social y cultural del espacio de uso público; así como la búsqueda de soluciones espaciales y formales auténticas y originales que generan identidad. Son obras únicas e incomparables, irrepetibles en su concreción final pero ejemplares cómo manifestación de una actitud proyectual que se presenta rejuvenecida.
La Plaza de las Artes es una operación de sutura urbana que convierte un solar irregular en referencia espacial pública de una zona del centro de Sao Paulo. Es un edificio y no lo es, más bien podría ser más plaza que edificio porque todo lo construido y lo rescatado está subordinado al uso de una plaza que los reúne y organiza, los conecta y hace compañía al flujo de la gente. Tal vez por eso tiene un solo lenguaje formal, el del concreto armado visto, y un solo tipo de ventana más bien pequeña y ubicada de manera irregular que da énfasis al carácter sobrio y masivo, tal vez parco, de los volúmenes de los edificios que hacen de telón de fondo para la representación escénica de la vida.
En El Guadual, los espacios y las formas están íntimamente ligados a la construcción y los materiales. Diseñado en un ámbito participativo, las estructuras que combinan el concreto, el bambú, la caña y el metal forman un gran espacio central hacia donde se expanden las actividades con los niños. Es un espacio alegre donde los materiales vistos componen una atmósfera de
informalidad que vuelve lúdico el uso del espacio y relacionan la arquitectura con la geografía y el clima tropical de la zona.
Por otro lado, un proyecto similar en la ciudad de Medellín aborda el problema de otra manera. El Jardín Infantil en el Barrio de Santo Domingo Savio recurre a la fragmentación para adaptar la arquitectura al terreno en pendiente, pero también eso es útil para adaptar el nuevo edificio al contexto residencial, ladera llena de casas autoconstruidas e incompletas que brindan también un paisaje fragmentado e informal. Sin embargo, se evita la mímesis total pintando los bloques del Jardín con tonos verde y azul para contrastar así con el color ladrillo visto que tienen la mayor parte de las casas aledañas.
La Biblioteca Casa de las Ideas, en un barrio informal de Tijuana, también quiere contribuir a elevar la calidad de vida y la seguridad en la zona. Estrategia ya utilizada en otras ciudades críticas, la Biblioteca constituye un hito de cultura y recreación que ha sido tomada como propia por los vecinos; de esa manera las relaciones sociales se hacen más fluidas y los agentes agresores disminuyen. Siendo un edificio de volumetría cerrada, es sin embargo un elemento fundamental de referencia y sus características formales facilitan algunos usos externos como el del anfiteatro al aire libre de uno de sus lados.
Finalmente, en el Colegio Santa Elena de Piedritas toma importancia la necesidad de potenciar una zona precaria y responder con certeza a las necesidades de espacio y al clima caluroso de esta zona del norte del Perú. Como si fuera poco, también el proyecto enfrenta bien el desafío de una construcción económica, con pocos recursos y con materiales de la zona. De esta manera ladrillo visto, concreto, metal reciclado, caña brava y madera son los elementos materiales que enlazan nuevamente la arquitectura con el desierto y hacen de esta intervención un elemento que marca una nueva manera de entender la construcción para los habitantes de este caserío cercano a Talara.
De todos estos proyectos que lucen la vitalidad que encarnan sus autores podemos entonces extraer la lección común de la autenticidad. Se trata de arquitecturas sinceras, propias, genuinas, únicas, honestas, realizadas para resolver un espacio local pero con grandes lecciones para la arquitectura global, tan repetitiva y acuñada de firmas frías de arquitectos famosos o de despilfarro y ostentación empresarial y anónima. Son lecciones de trabajo arquitectónico que nos presenta las múltiples posibilidades que tenemos de inventar arquitectura para mejorar el ámbito del hombre, así como la necesidad de trabajar con los usuarios, los promotores y gestores de la sociedad para hacer proyectos más coherentes que resuelvan problemas y no se ocupen por ningún motivo de la imagen profesional o artística de sus arquitectos.
*Humberto Viccina es arquitecto por la Universidad Nacional de Ingeniería. Máster en Arquitectura con mención en Historia, Teoría y Crítica por la Universidad Nacional de Ingeniería. Bachiller en Teología por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, Roma. Es docente en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Piura, UDEP.
*Humberto Viccina es arquitecto por la Universidad Nacional de Ingeniería. Máster en Arquitectura con mención en Historia, Teoría y Crítica por la Universidad Nacional de Ingeniería. Bachiller en Teología por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, Roma. Es docente en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Piura, UDEP.
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