Con motivo del fallecimiento del arquitecto Alfredo Montagne, nuestro gran novelista Mario Vargas Llosa le dedica un homenaje a su entrañable amigo recordando un artículo que escribió hace algunos años sobre su casa en Marbella.
Homenaje a Alfredo Montagne
Por Mario Vargas Llosa*
De Alfredo Montagne se ha dicho en estos días, con motivo de su partida, todo lo que debía decirse: la persona íntegra y generosa que fue siempre, el amigo leal, su elegancia y su tacto en el trato con todo el mundo, su espíritu abierto a todas las manifestaciones del arte y la cultura, y el ambiente estimulante y cordial que creaba en torno suyo. Yo quisiera, en este homenaje que le brindamos quienes tuvimos la suerte de conocerlo y quererlo, recordar al arquitecto que fue Alfredo con estas líneas que escribí hace algunos años sobre su casa de Marbella:
De todas las casas que he visto en mi vida —muchos miles, sin duda—, aquella en la que me gustaría pasar mis años de vejez, que imagino inevitablemente sedentarios, es la de Mara y Alfredo Montagne, en las colinas que rodean a Marbella. Nunca he dejado de sentir, cada vez que he estado en ella, una serenidad y una alegría profundas, la sensación de hallarme en un lugar donde todo lo que me rodeaba estaba allí para hacer mi vida más placentera, más libre, más bella y armoniosa. Y sé que esa sensación se debía no solo a la proverbial hospitalidad de los dueños de casa; también, a las características de la vivienda.
La casa no es suntuosa, pero sí amplia, impregnada de buen gusto y se integra con el paisaje circundante como los miembros de esas maravillosas familias tan bien avenidas que parecen constituir un todo indisoluble. El aire fresco del mar y la luz cenital del cielo marbellí circulan por ella como por su casa, gracias a sus grandes ventanas, a sus pasillos abiertos y a sus habitaciones tan bien comunicadas que parecen ser una sola. Ese espacio tan bien aprovechado hace que uno se sienta en ella tan libre como a la intemperie, en la hermosa terraza que prolonga el jardín, tan bien cuidado y medido que se diría inspirado en alguno de los bellos óleos que adornan las paredes de colores alegres, tenues, contrastados de los cuartos.
La elegancia y la comodidad aparecen en todos los detalles. En las perspectivas sorprendentes, cambiantes, que desde todos los rincones salen al encuentro de los ojos, así como en los muebles, los libros y los objetos que animan las mesas, las repisas, que parecen todos concebidos para estar allí y solo allí. Ese carácter de necesidad es el que tienen todos los elementos que habitan una obra de arte lograda.
La arquitectura, tal como la practica Alfredo Montagne, es una obra de arte, pero, no para ser solo contemplada, sino vivida.
Madrid, Junio del 2010.
*Publicado en Diario El Comercio, página A5, Martes 29 de Junio de 2010. Ilustración: Víctor Aguilar.
Alfredo Montagne seguirá siempre presente en la mente de quienes hemos tenido el privilegio de haber podido compartir y aprehender de su gran calidad como diseñador y más aún, como persona. Recuerdo con mucha satisfacción el haber formado parte del equipo de ilusionados jóvenes estudiantes de Arquitectura allá por los años setenta, cuando en su oficina del quinto piso en el Edificio Kennedy nos formábamos en el quehacer del diseño, tarea que Alfredo nos mostraba con gran desprendimiento y haciendo escuela en cada uno de sus proyectos forjando capacidades entre nosotros y comprometiéndonos con la visión de cada propueta de diseño. Siempre he tenido en cuenta sus lineamientos y hasta hoy aplico la sabiduría de sus conceptos en cada proyecto que realizo y lo veo en los que él ha seguido realizando hasta antes de su prematura partida, por lo que se trunca tan fructífera vocación del ejemplo emblemático de un gran arquitecto peruano, distinguido por sus obras que lo grafican por sí mismas, por sus cualidades sanas de buen señor y por el manejo sobrio de sus propuestas.
ResponderBorrarGracias Alfredo por habernos dado esos lineamientos a quienes hoy más maduros, vemos la arquitectura con la mejestad con la que siempre te referiste a ella, como la más noble de las profesiones.
El recuerdo de quien te consideró su maestro por lo aprehendido en esos valiosos años de estudiante te dice:
Alfredo...
Solo un hasta siempre
Arq. Rubén Luque Casanave