El Taller PFC de la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Universidad Diego Portales de Chile y la Ecole Nationale Superieure d´Architecture de Marseille organizan este Tercer Workshop Internacional del 15 al 20 de Marzo del 2010.
Entiendo que este workshop va dirigido a los estudiantes de la PUCP y los de intercambio, pero no deja de ser interesante leer el texto introductorio para hacernos recordar lo que significa Villa El Salvador en la historia urbana de Lima.
Habitando el Desierto
Introducción
Lima, como es el caso de muchas otras ciudades del continente, ha tenido en los últimos 70 años un crecimiento sin precedentes en la historia urbana. Si en 1930 Lima contaba con 270,000 habitantes, hoy posee mas de 7 millones. 70 % de susuperficie ha sido urbanizada sin planeamiento alguno. Los esfuerzos hechos por el Estado entre las décadas del 50 y del 80 no han hecho sino confirmar la imposibilidad de controlar o siquiera acompañar el proceso de urbanización que abarca el país entero. Los actores tradicionales de su planeamiento (Urbanistas, Arquitectos, políticos,economistas y sociólogos) la han abandonado, voluntaria o involuntariamente. Así, la autoconstrucción ha producido una ciudad dislocada, tentacular y caótica, que la mayoría de sus habitantes vive como un infierno. Sin embargo, los que somos producto de estas ciudades infernales, tenemos en el fondo una inquebrantable confianza en el futuro que nos permite vivir en ellas. A este futuro, un futuro mejor sin duda, se llega a través de la fe en el progreso para algunos, o a través de los milagros para la mayoría. En la América precolombina, las grandes civilizaciones organizaron una ocupación homogénea del territorio, en donde pequeños núcleos urbanos hacían parte de una red de lógica territorial, contraria a la centralidad de las ciudades medioevales europeas. Ambas ciudades, americanas y europeas, tenían en común el ser fundadas sobre el mito y lo sagrado, creando una tipología espacial orientada y cargada de significados.
Con la conquista española se fundan nuevas ciudades que representaron una doble ruptura: con lo preexistente en América, y con lo existente en Europa. La lógica de explotación de recursos naturales y humanos puesta en marcha durante la colonia supuso la experimentación de innovaciones productivas y urbanas que caracterizaron el así llamado “nuevo mundo”. El trazado de las ciudades hispanoamericanas obedecieron casi exclusivamente a la lógica del rendimiento. Si bien no fue la primera vez que se usó la cuadrícula como soporte estructurador de la ciudad, el hecho de colonizar un inmenso territorio bajo un único modelo abstracto y abierto de ciudad caracterizó no sólo el entorno físico sino también, creemos, la manera de sentir y vivir la ciudad. La modernidad de la ciudad americana quizás radique entonces en su total desarraigo histórico y en su consecuente potencialidad: el futuro está incluido en ella. Sin componentes mitológicos fundacionales propios de las ciudades europeas y precolombinas, la nueva ciudad americana es un dispositivo urbano que responde esencialmente a lógicas económicas y prácticas: una “tabula rasa”donde todo es posible, una ciudad abierta de crecimiento ilimitado. Prueba de ello la encontramos ya en la Ordenanza de Carlos I de 1523, en la que ordena la adopción de la cuadrícula para que “aunque la población vaya en gran crecimiento, se pueda siempre proseguir y dilatar en la misma forma”. Con el crecimiento desenfrenado de nuestras ciudades, tanto las nuevas urbanizaciones de la clase media como las llamadas “barriadas” o “PueblosJóvenes”, en un principio ilegales, han seguido utilizado en su gran mayoría la cuadrícula en su trazado, transformándose en un conglomerado de cuadrículas, muchas veces sin solución de continuidad entre ellas. La fragmentación surge como dispositivo para la supervivencia en la megaciudad. Esta fragmentación va aunada muchas veces a una cierta autonomía espacial, social y hasta jurídica, como es el caso de Villa el Salvador. Esta autonomía puede generar barrios en los cuales se crea una dinámica social de la coexistencia y la proximidad, como puede crear también segregación en la que gente de elevado poder económico se recluye aislándose del resto de la ciudad. Nuestras ciudades, y específicamente Lima, han crecido prácticamente sin planificación o, cuando la ha habido, no se han seguido sus pautas. Esto ha generado enormes extensiones de barrios residenciales sin un mínimo equipamiento de infraestructura pública y terciaria. Hoy enfrentamos el reto de encontrar las estrategias que permitan equipar a los distintos barrios de la metrópoli en la exigüidad de los terrenos vacantes aún existentes.
Una ciudad en el desierto: Villa El Salvador
Villa el Salvador nace en 1971 a raíz de la reubicación de más de 50,000 personas que habían invadido, algunas semanas antes, tierras reservadas para la especulación inmobiliaria destinada a las clases privilegiadas. Ubicado en una llanura desértica a 26 Km al Sur de Lima, colindante con el valle de Lurín, el nuevo asentamiento formó muy pronto un nuevo tipo de organización civil: la Comunidad Urbana Autogestionaria de Villa El Salvador (CUAVES), derivada de la organización de las comunidades campesinas del altiplano de Perú, de donde provenía la mayoría de sus pobladores. Este modelo de autogestión, cuyas raíces lejanas se encuentran en el ayllu precolombino, creó una cierta “mística” en sus habitantes que proporcionaría a Villa el Salvador una fuerte identidad y constituiría una alternativa viable a la traumática transformación urbana que sufrió Lima con las migraciones masivas. La organización y participación comunal masiva ha permitido un planeamiento urbano coherente y consistente, inexistente en el contexto de Lima metropolitana. La autogestión, basada en grupos y bloques residenciales, ha permitido que los pobladores se organicen para construir sus propias instalaciones, sembrar árboles en lugares públicos y se ocupen incluso de asuntos relacionados con la salud y la educación. Cada uno de estos bloques tienen su propio parque central así como instalaciones para la deliberación comunal, la recreación y la cultura. Tras sus primeros diez años, Villa El Salvador (VES) fue reconocida como un municipio legal con 300,000 habitantes, con una fuerte participación activa de las mujeres en la definición de los problemas comunitarios a través de la Federación Popular Femenil. Indudablemente, Villa El Salvador es el asentamiento informal más destacado y bien organizado de Iberoamérica; su gente no ha escapado de la pobreza, pero cuentan con una comunidad que vive más cómodamente que la mayoría de los municipios pobres de otras regiones, deteniendo el índice de alfabetización más elevado de Perú y una inusual asistencia a la escuela primaria que alcanza el 98 por ciento. El índice de mortandad infantil ha descendido considerablemente por debajo del promedio nacional. La población de VES cuenta hoy con más de 400,000 habitantes, un parque industrial para las pequeñas y medianas empresas, 38,000 viviendas individuales, 60 Viviendas Comunitarias, 64 centros educativos, 22 bibliotecas populares y 41 Centros de Salud, Educación y Rehabilitación, así como cientos de clubes femeniles, culturales, artísticos, deportivos y grupos de diversa naturaleza. Su innovador planeamiento urbano recibió el “Premio Nacional de Arquitectura” de Perú. Su ambiciosa experiencia de educación popular le valió el reconocimiento de La Organización Internacional de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO); sus métodos de participación comunal fueron reconocidos por las Naciones Unidas cuando fue nombrada “Promotora Ejemplar De Vida Comunitaria” y España le concedió el premio del Príncipe de Asturias por ser una experiencia modelo en el desarrollo social.
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