Londres, 21 nov (EFE).- El historiador, crítico y profesor William J.R.Curtis presta gran atención en la tercera edición de su obra ya clásica "Arquitectura moderna desde 1900", que acaba de publicarse en español, a las creaciones de arquitectos latinoamericanos y de otras regiones del mundo en desarrollo.
"México se convirtió para mí en una gran fascinación en los años ochenta", explica Curtis, quien en su libro (editorial Phaidon) y en conversación con Efe, expresa su interés tanto en la arquitectura moderna como en la precolombina de ese gran país.
"El proyecto de modernidad de México ha consistido parcialmente en incorporar el pasado, señala Curtis, que ha querido claramente en su obra vencer cualquier prejuicio eurocentrista.
"Así, el problema del México moderno, explica, ha sido crear una república de cultura mestiza, moderna y progresista, mirando al pasado maya para incorporarlo artísticamente".
"Esa mirada al pasado o a la versión mítica del mismo varía enormemente de país a país", señala el crítico, que en su estudio de la arquitectura latinoamericana, al igual que en la de la India, que conoce también muy bien, ha reflexionado sobre las relaciones entre la ciudad y la base rural.
Curtis dice que para descubrir la arquitectura de México, de Venezuela, de Brasil, del Perú y otras naciones de aquel continente fue para él una experiencia de enorme interés.
"Hay un período utópico en la arquitectura latinoamericana -dice-, con la creación, por ejemplo, de las ciudades universitarias de Caracas (diseñada por el venezolano Carlos Raúl Villanueva) o México (Enrique del Moral, Mario Pani, Carlos Lazo, José Villagrán, Juan O'Gorman y otros)".
Le Corbusier, arquitecto al que Curtis da una importancia capital, proporcionó a Latinoamérica "un modelo de universalidad, de modernidad".
Los arquitectos de ese continente se fijaron en su obra y "adoptaron cosas, pero rechazaron otras", señala Curtis, quien pone como ejemplo a Oscar Niemeyer, que, partiendo de Le Corbusier, "creó algo totalmente original, con la presencia orgánica de la Naturaleza", que es "algo enorme en Brasil".
En México, Teodoro González de León, a quien Curtis ha dedicado una monografía, "modificó el vocabulario de Le Corbusier", con quien había colaborado, y "lo fundió con las condiciones mexicanas. Es como un Le Corbusier reinventado y mexicanizado", explica el crítico.
Otro arquitecto que comenzó con Le Corbusier en el París de los cincuenta, cuando esa ciudad y no Nueva York era "para los latinoamericanos la capital de la modernidad", es el colombiano Rogelio Salmona, que evolucionó luego hacia una arquitectura basada en las construcciones indígenas de ladrillo y que evoca la arquitectura colonial heredada de Andalucía y de los árabes.
Junto a Corbusier está la influencia indudable de Mies van der Rohe y su famoso Pabellón Barcelona, visible, por ejemplo, en el mexicano Luis Barragán, con sus construcciones de "paredes abstractas sin elementos decorativos" y sus "patios espaciosos, que vuelven la mirada a distintos niveles del pasado mexicano".
"El modernismo es como una lente que permitió a los arquitectos latinoamericanos mirar las cosas de modo muy distinto, rechazar la arquitectura romántica neocolonial y abrirse al gran mundo sin perder de vista el pasado, pero dándole un nuevo enfoque", explica el crítico.
Curtis defiende la arquitectura de una ciudad como Brasilia de las críticas de algunos y señala que los problemas que se encuentran allí "tienen que ver con la pobreza y no con la arquitectura", además de explicar que no hay ciudades que no sean en cierto modo "fallidas".
"Londres, por ejemplo, es una ciudad fallida aunque está llena de cosas maravillosas. La ciudad, como decía Freud de la civilización, tiene sus descontentos, genera frustraciones".
En relación con la capital del Perú señala el hecho de que una ciudad cuyo núcleo tenía hace treinta años sólo 350.000 personas hoy albergue 11,5 millones debido a un proceso de urbanización que se agrava allí por la presencia del desierto.
Con todo, lo mismo en las favelas de Lima que en otras ciudades del mundo en desarrollo, Curtis dice no haber visto "condiciones caóticas, sino otro tipo de orden", en cierto modo coherente con los usos tradicionales a la hora de construir el hábitat. EFE
"México se convirtió para mí en una gran fascinación en los años ochenta", explica Curtis, quien en su libro (editorial Phaidon) y en conversación con Efe, expresa su interés tanto en la arquitectura moderna como en la precolombina de ese gran país.
"El proyecto de modernidad de México ha consistido parcialmente en incorporar el pasado, señala Curtis, que ha querido claramente en su obra vencer cualquier prejuicio eurocentrista.
"Así, el problema del México moderno, explica, ha sido crear una república de cultura mestiza, moderna y progresista, mirando al pasado maya para incorporarlo artísticamente".
"Esa mirada al pasado o a la versión mítica del mismo varía enormemente de país a país", señala el crítico, que en su estudio de la arquitectura latinoamericana, al igual que en la de la India, que conoce también muy bien, ha reflexionado sobre las relaciones entre la ciudad y la base rural.
Curtis dice que para descubrir la arquitectura de México, de Venezuela, de Brasil, del Perú y otras naciones de aquel continente fue para él una experiencia de enorme interés.
"Hay un período utópico en la arquitectura latinoamericana -dice-, con la creación, por ejemplo, de las ciudades universitarias de Caracas (diseñada por el venezolano Carlos Raúl Villanueva) o México (Enrique del Moral, Mario Pani, Carlos Lazo, José Villagrán, Juan O'Gorman y otros)".
Le Corbusier, arquitecto al que Curtis da una importancia capital, proporcionó a Latinoamérica "un modelo de universalidad, de modernidad".
Los arquitectos de ese continente se fijaron en su obra y "adoptaron cosas, pero rechazaron otras", señala Curtis, quien pone como ejemplo a Oscar Niemeyer, que, partiendo de Le Corbusier, "creó algo totalmente original, con la presencia orgánica de la Naturaleza", que es "algo enorme en Brasil".
En México, Teodoro González de León, a quien Curtis ha dedicado una monografía, "modificó el vocabulario de Le Corbusier", con quien había colaborado, y "lo fundió con las condiciones mexicanas. Es como un Le Corbusier reinventado y mexicanizado", explica el crítico.
Otro arquitecto que comenzó con Le Corbusier en el París de los cincuenta, cuando esa ciudad y no Nueva York era "para los latinoamericanos la capital de la modernidad", es el colombiano Rogelio Salmona, que evolucionó luego hacia una arquitectura basada en las construcciones indígenas de ladrillo y que evoca la arquitectura colonial heredada de Andalucía y de los árabes.
Junto a Corbusier está la influencia indudable de Mies van der Rohe y su famoso Pabellón Barcelona, visible, por ejemplo, en el mexicano Luis Barragán, con sus construcciones de "paredes abstractas sin elementos decorativos" y sus "patios espaciosos, que vuelven la mirada a distintos niveles del pasado mexicano".
"El modernismo es como una lente que permitió a los arquitectos latinoamericanos mirar las cosas de modo muy distinto, rechazar la arquitectura romántica neocolonial y abrirse al gran mundo sin perder de vista el pasado, pero dándole un nuevo enfoque", explica el crítico.
Curtis defiende la arquitectura de una ciudad como Brasilia de las críticas de algunos y señala que los problemas que se encuentran allí "tienen que ver con la pobreza y no con la arquitectura", además de explicar que no hay ciudades que no sean en cierto modo "fallidas".
"Londres, por ejemplo, es una ciudad fallida aunque está llena de cosas maravillosas. La ciudad, como decía Freud de la civilización, tiene sus descontentos, genera frustraciones".
En relación con la capital del Perú señala el hecho de que una ciudad cuyo núcleo tenía hace treinta años sólo 350.000 personas hoy albergue 11,5 millones debido a un proceso de urbanización que se agrava allí por la presencia del desierto.
Con todo, lo mismo en las favelas de Lima que en otras ciudades del mundo en desarrollo, Curtis dice no haber visto "condiciones caóticas, sino otro tipo de orden", en cierto modo coherente con los usos tradicionales a la hora de construir el hábitat. EFE
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