martes, julio 21, 2009

Ciudad y Espacios Públicos en el Contexto Contemporáneo. José Beingolea del Carpio. XI Congreso Nacional de Arquitectos.

Siguiendo con la información sobre el XI Congreso Nacional de Arquitectos a realizarse en Setiembre en la ciudad de Huancayo, el CAP Regional Junín ha habilitado una página web para el evento dónde se puede encontrar este interesante artículo del Arq. José Beingolea del Carpio sobre el tema del Congreso.

Ciudad y espacios públicos en el Contexto Contemporáneo
Por Arq. José Beingolea del Carpio.
Introducción
El Congreso Nacional junto a la Bienal es el evento más importante de los arquitectos peruanos. A diferencia del segundo, el Congreso es un espacio de diálogo, reflexión y propuestas sobre los temas que el Colegio considera prioritarios de abordar sea por su importancia o por su pertinencia.
En esta XI edición, se abordará el tema del espacio público, un tema que reaparece en el escenario urbano a fines de los años ochenta, luego de décadas de significativa ausencia.
Para ilustrar esta afirmación basta señalar que no hay nada comparable en la segunda mitad del siglo XX a lo que en su momento fue la realización de la plaza de armas de Arequipa o la plaza San Martín en Lima, el espacio urbano y arquitectónico más importante del siglo XX en el país.
Apenas dos realizaciones modernas, la remodelación de la plaza de armas de Chiclayo (Arq. Jorge Garrido Lecca, 1963) y la realización del Centro Cívico de Huancayo (Arq. Fernando Correa Millar, 1965-1967), constituyen dos grandes excepciones que confirman la regla.
La pregunta es ¿porqué se produjo esa ausencia de protagonismo del espacio público en la era de la modernización de la sociedad y la arquitectura peruanas?. Un conjunto de razones parecen explicar el vacío: un exceso de protagonismo de lo privado se concentró en el edificio escultórico y autista promovido por un superficial racionalismo, consecuencia del exceso de individualismo que promovió la visión burguesa del mundo, pero más allá de todo eso, una visión restrictiva de los presupuestos y excesivamente rentista de la obra edificada confabuló para que el propio edificio singular, sobre todo el de altura y comunal, fuera excesivamente austero (por no decir, usurero) con el espacio de transición, con los espacios colectivos entregados a la ciudad, a la comunidad: el gesto del Seagram de Mies (1954-1955), marcó en ese sentido la diferencia, al retirar el edificio del frente principal, para brindar a la ciudad (y al propio edificio) un espacio de recepción y de visualización generosos.
Pero esta situación deficitaria no está presente sólo en el caso peruano, es un aspecto característico de la época moderna de la ciudad y la arquitectura, con las grandes excepciones de las new town inglesas realizadas entre fines de los cuarenta y sesenta. Los casos de Chandigarh y Brasilia, a pesar de contener propuestas significativas de espacios públicos, nunca llegaron a trascender ni ser apropiados, socializados por la comunidad, ni en el propio círculo de los arquitectos, de manera comparable a lo que sí lo hicieron los edificios singulares.
Resurgimiento
El espacio público resucita con el post moderno en los setenta: el caso de la Plaza Italia de Charles Moore (New Orleans, EEUU), es en ese sentido más que evidente, como es evidente también que asume nuevos roles: el espacio como espectáculo, la ironía, lo lúdico y la trivialización de lo simbólico.
El conjunto de realizaciones en torno al bicentenario de la revolución francesa en París marcan también una nueva estación para el espacio público: el parque La Villette será su ejemplar más notable, y en este se apreciarán algunas otras novedades: lo conceptual y las contaminaciones metodológicas provenientes del mundo de las computadoras.
Pero en verdad, ya a inicios de los setenta la peatonalización de las áreas urbanas centrales y terciarias europeas, había precedido estas iniciativas, esa influencia sería notoria en el caso de Lima con la paradigmática peatonalización del Jirón de la Unión, senda significativa de Lima (Víctor Smirnoff-Víctor Ramírez, 1985), mientras los ecos de las obras francesas se hacen evidentes en la remodelación del parque universitario (Delgado-Sato, 1987), ambas realizadas en la gestión del Alcalde de Lima Arquitecto Jorge Orrego Villacorta, en momentos en que se aceleraba el proceso de apropiación informal del espacio público del centro histórico de la ciudad. Por esa razón estas obras aparecen sólo como antecedentes y (casi) desconectadas con lo que vendría después de 1991 con la Declaración de Lima como Patrimonio Cultural de la Humanidad en la gestión de Ricardo Belmont como Alcalde, quien desarrollaría un conjunto de obras en el espacio público pero en otra clave: la del transporte y la movilidad metropolitana, otra clave sería introducida con los proyectos de Alberto Andrade Carmona como Alcalde de Miraflores, renovando los programas y el significado del espacio público. El parque de Miraflores fue en ese sentido paradigmático de lo ocurrido en los noventa (a pesar de algunas similitudes con el parque Universitario realizado un lustro antes).
El propio Andrade pero esta vez como alcalde metropolitano muda de clave y escenario: la recuperación urbana del centro histórico. La realización de parques, plazas y plazuelas fueron de la mano con la reapropiación del espacio público sustraído a la comunidad por el comercio informal.
En términos de gestión es el punto más alto del espacio público en Lima donde forma y contenido coexistieron, aunque no siempre coincidieron ni se correspondieron: la remodelación de la plaza mayor y la plaza San Martín, la alameda Chabuca Granda, la plaza Italia, y tocando el tejido urbano, la recuperación del entorno del mercado central y la calle Capón, fueron algunas de las importantes realizaciones.
El neovernáculo pop
Fuera de Lima el impacto de lo realizado en la metrópoli no se hizo esperar, estimulado por el prestigio de su Alcalde y sus logros, sin embargo el trasvase de experiencias separó formas de contenidos: las réplicas devaluadas y sólo de lo anecdótico del parque de Miraflores, proliferaron a kilómetros de distancia y tiempo.
Al promediar los noventa, primero en la costa norte y luego dispersa en el mapa nacional, las regiones pasaron por dos impulsos que se sumaron a la influencia del paradigma metropolitano: primero, un historicismo y regionalismo superficiales y hasta banal introducidos por la corriente posmoderna, consecuencia coyuntural directa de la revaloración de la cultura ancestral ocurrida con los descubrimientos de las investigaciones arqueológicas (vg el descubrimiento de las tumbas del Señor de Sipán en 1987); segundo, los evidentes efectos de la globalización en la trivialización de la sociedad y las culturas locales produjeron un prematuro anacronismo de la estética modernizante que se estaba introduciendo en estos contextos.
Un resultado similar invadió espacios y vertientes: desde un insolvente y superficial neovernáculo, un populismo de muy bajo nivel y un improductivo pintoresquismo.
Empezando por Tumbes, bajando por Lambayeque, La Libertad y sus campiñas, luego desviándonos hacia Iquitos, los productos no discriminaban ni el tamaño ni los presupuestos. Esta suerte de neovernáculo pop tiene sus propias versiones en Huancayo, Cusco y Puno, al sur.
Y mientras esto ocurría y todavía ocurre en las regiones, Lima no perdió el paso, aunque sí el grado de coherencia que había exhibido la gestión de Alberto Andrade. El populismo programático de Luis Castañeda Lossio recibió los proyectos formulados de Andrade, ejecutó y amplió algunos, su mejor logro pudo haber sido el eje del parque La Muralla-plazuela Santa Rosa (incluyendo el proyecto de renovación urbana), que cambió la imagen de la margen izquierda del río Rímac, de no haber sido por la destrucción del paisaje con la intromisión del puente “Rayitos de Sol”(nombre tan cursi como el proyecto).
En lo que ha innovado el actual Alcalde es en su apuesta por los parques distritales (espacios no públicos en sentido estricto), sobre todo en los conos urbanos.
Retomando las claves del transporte y la movilidad los distintos Alcaldes distritales y el metropolitano, vienen ejecutando obras que por ahora dan más fatiga que alivio, pero que auguran algunos paliativos que permitirán un respiro en el corto plazo, mientras las grandes ideas e inversiones continúan ausentes. Y no es una cuestión de presupuestos, como lo prueba el “Circuito mágico de las Aguas”, una millonaria inversión para una innecesaria destrucción del parque de La Reserva: un típico producto de la globalización, la trivialidad y el espectáculo, inspirado por un protagonismo que merecía al menos algo de refinamiento, por el alto costo material y cultural pagado por esta obra. El tiempo dará su irrefutable veredicto, ahí está para testimoniarlo el lamentable deterioro de la Alameda Chabuca Granda, vaciado del contenido y la atención que le había asignado Andrade.Pero afortunadamente, hay experiencias más coherentes y trascendentes, unque sean la excepción, se trata de la ciudad de Ilo, que reúne un conjunto de logros y metas inéditos en el país. Empezando por una gestión continua y sostenida, con distintas gestiones que desde inicios de los años noventa han sido guiadas por un mismo espíritu, el que sería plasmado en el Plan urbano planteado por Edgardo Ramírez, el Arquitecto y urbanista arequipeño autor también de algunos de los proyectos de espacios públicos articulados en el malecón bajo (primera etapa ejecutada), y algunos equipamientos colectivos: biblioteca, coliseo, iglesia, municipalidad, entre los más importantes.
Sentido participativo, recuperación del medio ambiente, renovación urbana que sustituye la industria contaminante con una ciudad que se vuelca al mar, con sus malecones, plazas y equipamientos colectivos.
El formato comercial y el espacio público
En las regiones emerge otro protagonista: el capital foráneo en los grandes núcleos comerciales de nuevo formato que bajo la implícita coartada de la “modernidad”, la “democracia”, y el “progreso”, están mudando los patrones de conducta de los ciudadanos. El impacto en los entornos es evidente en ciudades de menor escala, los estándares cambian y se convierten en los nuevos paradigamas, estos no son evidentemente espacios públicos, pero sí pueden convertirse en modelos a imitar. Veremos qué pasa.
Calidad de vida, intercambio social, integración, didáctica sobre ciudad, ciudadanía y medio ambiente, democracia, valores y significados de distinto tipo, constituyen los potenciales contenidos que el espacio público puede exhibir a favor del desarrollo humano. Poco de esto se trabaja orgánicamente en nuestro país, y los proyectistas (no sólo arquitectos), debemos tomar conciencia de nuestras atribuciones y responsabilidades. El XI Congreso de Arquitectos a realizarse en Huancayo el 17-18 de setiembre de 2009, es una buena ocasión para el balance, perspectivas y propuestas.

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